En la política mexicana, los partidos pequeños han encontrado formas de mantenerse a flote sin necesidad de gobernar directamente. Movimiento Ciudadano (MC) se ha consolidado como un actor clave en esta dinámica, desempeñando un papel similar al que antaño jugó el Partido Verde Ecologista de México (PVEM): una rémora política que se adhiere al poder dominante
La oposición mexicana no está desaparecida, simplemente ha decidido jugar un papel cómodo: sobrevivir sin desafiar.
Lo impactante es que, mientras muchos esperan una coalición fuerte que haga frente al gobierno, los partidos tradicionales están atrapados en sus propios intereses.
Movimiento Ciudadano (MC) se ha convertido en el nuevo experto en esta táctica.
Su modelo replica el que durante años perfeccionó el Partido Verde Ecologista de México (PVEM): negociar con el poder dominante sin desafiarlo directamente.
Su discurso de «tercera vía» le permite atraer votantes inconformes, pero en la práctica su acción política es la de un partido bisagra, que cierra tratos con el poder que le garantice beneficios.
Jalisco y Nuevo León son ejemplos clave. Enrique Alfaro consolidó su liderazgo con MC, pero su administración se vio envuelta en escándalos de seguridad y derechos humanos, forzándolo a negociar con el gobierno federal.
Samuel García, por su parte, se presenta como un «nuevo político», pero en la práctica ha tejido acuerdos con Morena para obtener respaldo presupuestal y evitar conflictos mayores.
Por otra parte, se logra apreciar una oposición tradicional: un PRI y un PAN sin rumbo. Mientras MC juega su propio juego, el PRI y el PAN parecen extraviados.
Sus dirigentes han demostrado que su prioridad es conservar sus cuotas de poder antes que desafiar a un sistema que vive atrapado con las viejas prácticas.
Con una estrategia clara. La falta de liderazgos convincentes ha convertido a estos partidos en espectadores.
El resultado podría ser que Morena siga avanzando sin un verdadero contrapeso. Mientras la oposición negocia en lo oscuro, mientras el partido en el poder se fortalece, asegurando su dominio en el escenario político por los próximos años.
El dilema es claro: la ciudadanía construye una oposición real o el país continúa con un sistema de partido único disfrazado.
La alternativa es que pueda surgir un nuevo proyecto político que rompa con esta dinámica de complicidad, o seguiremos viendo una «oposición fantasma», que existe en el papel, pero no en la acción.
Si el PVEM fue el gran oportunista del pasado, y el beneficiario en el presente. MC ha heredado ese rol con un disfraz moderno, del PT ni hablo.
Mientras tanto, la pregunta sigue en el aire: ¿se atreverá algún partido hacerle sombra al oficialismo? ¿ Vendrán nuevas propuestas o seguiremos viendo solo disfraz nuevo?
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